Algunos dependientes de la vecina y simpática aldea se nos quejan de que el comercio de la misma observa el descanso dominical.
Como dichas quejas nos parecen muy justas, pues el dependiente que lleva trabajando durante seis días aspira al domingo a descansar y a más que le asite en ello el derecho en la ley.
Nos consta también que algunos comerciantes desean cerrar sus establecimientos los domingos y al no hacerlo es porque otros le imitan, perjudicándose de este modo sus intereses. Desde luego llevan razón esos comerciantes, pero lo lógico era que llegasen a un acuerdo todos no abriendo los domingos los comercios de tejidos y cerrando los de comestibles a las doce del día.
Asi se hace en Tarifa y en todas las poblaciones de España por muy pequeñas que sean; desde luego habiendo en las tiendas de ultramarinos su correspondiente excepción de dejar un par de ellas abiertas. En Facinas podía dejarse abierta todos los domingos.
Esto sería conveniente para los empleados y para los mismos patronos, que también tienen ellos ansias de descansar un día en la semana.
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